Análisis

Después de Of Orcs and Men, el cual, de entre varios otros aspectos, destacaba de forma sobresaliente por su ambientación y estética general, los chicos de Cyanide Studios volvieron con una obra de estirpe similar, pero de estilo mucho más singular. Styx: Master of Shadows es, como mínimo, uno de los grandes representantes del género del sigilo, un título perteneciente a un estilo de juego un tanto esporádico pero que, gracias a obras como esta, demuestra que la calidad de los títulos que ostenta es tan vasta que supera la eventualidad de sus apariciones.

La historia del juego nos sitúa, durante toda la travesía, en la Torre de Akenash, la principal y única localización del juego cuyo despliegue dimensional alberga una cuantiosa cantidad de secretos sobre sus gobernantes. Nos sitúan en el contexto de un conflicto a punto de estallar entre humanos y elfos por el ámbarsustancia cuyos poderes son inimaginables-, cuyo tratado de paz está por romperse. Nosotros somos Styx, un trasgo políticamente neutral con habilidades innatas para el sigilo, el robo y el asesinato, que tiene como principal objetivo hacerse con el Corazón del Árbol del Mundo, principal fuente de ámbar, el cual se encuentra en lo profundo de la Torre y del cual ambas razas quieren apoderarse para poder establecer su supremacía sobre la otra.

Todo comienza con Styx siendo interrogado por el Gobernador Barimen, el mandamás de Akenash, y Aaron, su hijo. Así pues, el argumento es narrado a través de flashbacks de estilo cómic, con un carismático protagonista narrando el inicio de su epopeya. Ésta se deriva de sus ansias de conseguir el preciado tesoro, fin para el cual debe, ante todo, encontrar los planos de la torre y, posteriormente, la llave para acceder al Árbol. Claro está, a medida que avanza la trama, el pequeño pero ágil y sobrenatural trasgo tendrá que sortear múltiples inconvenientes para poder lograr su cometido, mientras cumple ciertos mandados secundarios a lo largo de las misiones que sirven para definir un poco más el mundo de Akenash.

El género de infiltración suele tener, aunque con variaciones, buenas historias. Metal Gear Solid y DishonoredSplinter Cell o Hitman son algunos, de los varios, grandes del género que poseen una trama argumental con sus puntos destacados, y decir que Styx: Master of Shadows puede, incluso, superar a varios especímenes estén dentro de los mencionados previamente o fuera de ellos– no es un alegato disparatado. Lo cierto es que la historia es buena, con sus inesperados giros de guión, interesante aunque usual premisa y con personajes definidos, llamativa e interesante aunque, aclaramos, no de una calidad impoluta. Si bien la epopeya puede rebasar el nivel de varios del género, y no a todos, también cuenta con sus bajones. Aun así, y dentro de contadas irregularidades, es un título cuyo argumento no dejará mal parado al jugador ya que cuenta con las bondades suficientes para servir de buen motor a lo que realmente nos interesa y resulta el principal motivo por el cual estamos ante un juego recomendable: la jugabilidad.

Entre esos grandes del sigilo, para analizar las mecánicas de Styx: Master of Shadows podemos utilizar como marcados referentes dos puntos álgidos del género que, claramente, representaron influencias: Dishonored y Thief. Las mecánicas de esta obra, si bien distan de ser o sentirse iguales a las de las dos obras retratadas, sí que goza de varias similitudes que, muy probablemente, fueron inspiración para los chicos de Cyanide a la hora de esquematizar su jugabilidad. Así pues, podemos hallar una experiencia jugable que, junto a incorporaciones propias y una interpretación personal del género, resulta fresco y entretenido, con muy agradables dosis de rejugabilidad siempre bajo aires singulares.

Estableciendo las similitudes entre esta obra y el primero de las comparaciones mencionadas, ambos comparten la peculiar mecánica de poder hacer uso de poderes. Si bien las habilidades de Dishonored son realmente diferente a las de Styx: Master of Shadows, es una parte importante de ambas jugabilidades y que, a decir verdad, no se presta a ser muy usual dentro del género. Omitiendo los que ya conocemos por parte del juego de Arkane, la gama de habilidades que tiene Styx a su poder es, en realidad, bastante limitada, siendo éstas hacerse invisiblecrear un clon. La primera posee sus limitaciones de duración en base a los movimientos, y la segunda nos permite controlar a una réplica idéntica siendo capaces de distraer a los adversarios o utilizarlos para acceder a palancas que, de otra manera, nosotros no podemos. Si bien son escasos, no nos hará falta mucho más puesto que la utilidad de ambos nos permite sortear todos los obstáculos sin la necesidad de poseer más aunque, claro, también se hubiesen agradecido.

De la misma manera, Styx también cuenta con ciertas destrezas pasivas que mejorarán nuestro desempeño mientras vayamos desarrollando el viaje. Ser más silenciosos, poder cargar más frascos de ámbar –que, en mecánicas, es el equivalente al maná-, hacer asesinatos aéreos o desde coberturas en casi total silencio… No podemos decir que el árbol de habilidades que tenemos es vasto pero, dadas las mecánicas y la ya de por sí gran agilidad que tiene Styx, no se extraña en demasía un mayor número de capacidades. Al contrario, dan la sensación de ser las justas para que el juego en ningún momento se torne sencillo, aspecto que, al ser un juego de infiltración y sigilo, se agradece ya que dota al título de cierta dificultad que, también gracias a la escasez del ámbar, aumentan la dificultad de la obra –que de por sí no es muy difícil, incluso en los altos niveles, pero está bien equilibrado-.

Así pues, otro de los puntos en donde guarda relaciones con Dishonored es en la estructuración de las misiones. Son siete objetivos principales, con sus respectivos secundarios, de los cuales, al finalizar cada uno, se nos dirá cuál fue nuestro desempeño y que, posteriormente, apareceremos en el refugio del trasgo, el Escondrijo, en donde podremos mejorar nuestras habilidades y recargar el arsenal (frascos, cuchillos arrojadizos, bolas de arena para apagar las antorchas a distancia…). Tras culminar cada misión, la información que nos proporcionarán irán desde el tiempo que nos tomó, los objetivos secundarios que cumplimos, qué insignias obtuvimos (dependiendo de nuestro estilo de juego, en referencia a si no nos vieron en ningún momento, si no asesinamos a nadie, si encontramos todos los coleccionables y si lo hicimos en el tiempo establecido) y los puntos de habilidad otorgados. Mientras que en Dishonored eran las runas, en el caso de Styx: Master of Shadows son los mencionados puntos que nos permiten mejorar las habilidades, los cuales los obtenemos a través de dichas insignias, las misiones principales y los objetivos secundarios, mejorando así el nivel de nuestro protagonista y de las facilidades de las cuales haremos uso.

Por otra parte, y acercándonos más al lado de similitud con Thief, y con básicamente casi todo juego de sigilo, las sombras también tienen su repercusión en esta obra. Nuestro héroe anti-héroe posee una marca de ámbar que brillará siempre y cuando estemos en la oscuridad, funcionando así como indicador de cuándo estamos a la luz o no. El parecido entra en juego también gracias a las múltiples entradas que hay para cada lugar, compartiendo la misma característica con Dishonored. La cantidad de posibilidades existente para burlar la seguridad es magnífica, y la creatividad es el verdadero limitante en esta sección. Styx es sumamente ágil, siendo capaz de dar grandes saltos, rodar, caer desde grandes alturas, acceder a lugares pequeños… básicamente, posee un sentido polifacético bastante completo, permitiendo que cada misión sea distinta entre sí y que, si lo rejugamos –lo cual es muy recomendable y divertido-, la experiencia varíe en demasía y veamos su mejor faceta. Pasar detrás, debajo, al lado o por encima de los guardias sin ser vistos es una sensación que en Styx: Master of Shadows, al igual que en muchos otros juegos de infiltración, es una delicia, un título en donde la planificación y el análisis del recorrido de los enemigos, al igual que la cantidad de éstos, lo hacen un título recomendable para los más fieles y todo aquel que quiera incursionarse en el género.

Dentro de todo el meollo, las plataformas también cuentan con su fracción de importancia por dos motivos, y uno de ellos no muy agradable. El primero es la constancia con la que haremos uso de ella, puesto que en cada misión y, más específicamente, en cada lugar de la zona, habrá una sección –a veces opcional, ojo, esto en aras de lo mencionado sobre las múltiples vías para desarrollar las misiones– en donde las plataformas hagan aparición. Su calidad es buena, al igual que su utilidad, pero el segundo motivo por el cual destaca es la cantidad de errores que presenta dentro de sí. Si bien funciona y tiene su calidad, los controles poseen grandes problemas de coordinación en nuestro protagonista. Por este motivo, al ejecutar saltos de salientes en salientes o de objetos para sujetarnos, existe la alta probabilidad de que Styx no sea capaz de agarrarse, generando así que caigamos al vacío o, en un evento más afortunado pero igualmente desagradable, caer haciendo ruido en frente de los enemigos y generando una muerte más que asegurada. Esto último se debe a los combates directos, representando otro de los inconvenientes que se le pueden atribuir a la obra, ya que los duelos a la vista de todos se tornan realmente complicados puesto que la única forma de acabar con nuestros enemigos es mediante la mecánica del parry atacar al mismo tiempo que el contrincante para desviar su defensa y luego ejecutarlo– o con un cuchillo arrojadizo. Es sumamente fácil, mas usualmente la cantidad de enemigos es abrumadora y desde la lejanía nos arrojarán flechas o cuchillos tomando una gran porción de nuestra vida. No es una mecánica ni entretenida ni bien desarrollada, por eso recomendamos alejarse de ella en la mayor medida, aunque esto más que todo porque para disfrutar en plenitud de Styx: Master of Shadows hay que hacerlo como su nombre bien dictamina: siendo un maestro de las sombras.

Los oscuros mundos de fantasía suelen ser un paraje habitual en juegos del corte de infiltración y del género rolero. Styx: Master of Shadows, al combinar mecánicas de ambos géneros, no podía hacer uso de una ambientación más adecuada que la fantástica medieval. Así pues, la dirección artística que alberga la obra es simple y llanamente sublime, con múltiples diseñosde los que resalta la capacidad de interacción y el cómo la manera en que está planteado cada mapa hace que cada misión sea diametralmente distinta-, buen equilibrio entre interiores y exteriores y un buen modelado de los personajes, edificios, objetos y, cómo no, de Styx, siendo su máximo baluarte. El apartado gráfico de este título destaca más que por calidad puramente gráfica, su verdadera atracción se halla en su mundo, en la magnífica visualización que otorga y la sensación de que, si puedes ver un lugar, a él puedes acceder –con sus limitaciones, claro está-. Disfrutar de cada zona por cómo se ve se mostrará como una constante a lo largo de toda la aventura y, teniendo en cuenta la cantidad de tiempo que pasaremos buscando en cada recoveco del mapa, tendremos horas de sobra para disfrutar.

En todo juego de sigilo, se encuentra gran relevancia en un punto de su apartado tecnológico: la IA. Es de vital importancia que los títulos de esta estirpe cuenten con una inteligencia artificial adecuada para otorgar la experiencia más realista posible, empujando al jugador a ser más creativo e inteligente para sortear cada desafío. Cuesta con dureza hablar de un título que logre tal alegato con total certeza y, por desgracia o no, Styx: Master of Shadows tampoco es capaz hacerse con dicho logro. Su IA mala no es, dista de serlo, los enemigos tienen muy bien desarrollado el sentido del oído, mientras que el de la visión, funcionando como contraparte al punto positivo, es más limitada e irreal. A pesar de ello muy mal no podemos hablar, cumple como lo hace cada juego del género, pero con sus esporádicos y notorios fallos. Por otra parte, entrando en detalles más visuales, las texturas son buenas y, en ocasiones, irregulares, mas su tiempo de carga es bastante extenso. Extenso, mas no tanto como el de las pantallas de carga que hay entre zona y zona, cuya duración roza lo extenuante a pesar de ser soportable. Las físicas también cuentan con sus momentos fantasiosos aunque, de igual manera, nada que empañe el apartado global. Las sombras y la iluminación son su punto fuerte, logrando balance y compenetración entre ambos efectos gracias a un buen despliegue visual y a un grandioso uso de él en las mecánicas; la característica más destacable de todo el juego en este ámbito.

Una de las máximas complejidades que tienen los juegos del sigilo es la cautela con la que deben incorporar cada apartado dentro de las mecánicas. Esto se debe a que la historia no debe permitir un protagonista sumamente poderoso para que goce de dificultad considerable y recurrir al sigilo puro, la sección gráfica tiene que tener el nivel suficiente para jugar las cartas a su favor en relación a las sombras y la luz, la imperiosa exigencia de retocar hasta la saciedad la inteligencia de los enemigos y, también con su importancia, es necesario cuidar el apartado sonoro en aras del silencio que se busca mantener para pasar desapercibido. Es por este motivo que cada error y fallo de la obra será más notorio al vivirse una y otra vez mientras se juega, pero ayuda de cierta manera ya que, si lo hacen bien, también podremos notar más fácilmente el buen trabajo del estudio. La verdad es que el caso de Styx: Master of Shadows es ese, con sus matices, y en el lado de lo sonoro un hecho. El sentido del oído, dentro de la jugabilidad, está bastante cuidado, al igual que los demás pero con menos inconvenientes, al igual que la banda sonora –que pasa desapercibida en ciertos puntos, por desgracia– y las voces utilizadas en los diálogos entre personajes. El sigilo tiene la dicha de poner a prueba de fuego cada apartado por sumarse íntimamente a la jugabilidad, principal apartado de esta clase de títulos pero, en situaciones como esta, sólo nos permiten apreciar de mejor manera una experiencia muy buena.

Decir que Styx: Master of Shadows es un referente del género puede ser tan cierto como falso, dependiendo de aquel que juzgue. Lo cierto es que más allá de cualquier título o galardón, es una obra que agradará de sobremanera a todo aquel que disfrute de una grandiosa experiencia de infiltración, con sus fallos, algunos notorios, pero con magníficas bondades que siempre harán pie ante los errores. La calidad de sus mecánicas y las múltiples opciones que éstas nos otorgan, sumadas a un bello diseño artístico y su compaginación con ellas, al igual que una historia interesante, son motivo suficiente para decir que estamos ante una obra recomendable, seas asiduo al género o no. La calidad que desprende varía por la clase de jugador, mas es cierto que, en cualquier caso, nunca será mala idea darle una oportunidad.

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